27.9.13

María Schwartzer y la puerta del placard que siempre queda abierta



¡Quién dejo abierta la puerta del placard! ¡Que se cierre! Ni a medio cerrar, ni hendija, ni toda para un lado ni toda para el otro. Entra el diablo, me decía mi abuela cuando me daba el beso de las buenas noches y revisaba que el gato no estuviera en la habitación. Desde aquellos pequeños años me es imposible caer molida sobre la cama para perderme en los sueños apurados que apenas te dejan sacarte las zapatillas. Hay que cerrar primero la puerta del placar y recién después de cerrar hasta hacer presión sobre los marcos, sacarme o no, la camisa, el pantalón, las medias, y dormir. (María Schwartzer)

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17.9.13

Franco Torchia tiene un vecino que es una vecina



Tengo un vecino que es una vecina
Franco Torchia

Tengo un vecino, que es una vecina, que pide a gritos que “la saquen”. Cada sábado, cada domingo también, le exige a su “novio”, con quien no convive, ser sacada. “¿Por qué nunca me sacás?”, demanda furiosa. “Sacame, no sé a dónde, pero sacame un poco, ¿querés?”, y llora mi vecina. Llora mucho y su llanto no es sensible. Es árido. Me da miedo. Me separan de ella dos matorralcitos de plantas y un pulmón de edificio intoxicado. Pero nos hermanan la zozobra de los fines de semana y un pasado que me gustaría mucho que fuera común. Sin problemas, podría acompañar a mi vecina en sus esperas, entre los pilotes de papeles que la circundan (además, ella es igual a mi profesora de matemáticas de primer año, y al igual que aquella, su look general descansa feliz en 1981); podría asentir en cada una de sus quejas; no moverme mucho; no hacer referencia alguna a la mugre en la que ama vivir. Mi vecina yace tiesa al lado de su ventilador de mesa: yo cedería a mis germinales ambiciones de refrigeración y permitiría que el ventarrón fuese directo a mi vecina, que de calores sabe; eneros a la tarde en su cuarto compartiría, feliz; detenido en sus ingrávidos 45, feliz; atrapado en sus rencores insólitos; sus odios necesarios; los complots; las expensas y el asedio perpetuo al administrador del consorcio; yo feliz. Las películas dobladas al español entre llamado frustrante y llamado frustrante a él. Seguro que él en verdad no existe, pero yo, obediente, sostendría la leyenda. Entre mi vecina y yo, hay una decisión que me distancia y me aflige: ella no hizo nada por evitar la oscuridad y me tumba la economía cero de su deseo. Como la felicidad no existe, añoro la ley de su menor esfuerzo, porque eso que ella cree que yo soy no es lo mismo que esto que yo sé que ella es. 

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10.9.13

Luis Othoniel Rosa perdió un amor, pero...



Perdí un amor pero
Luis Othoniel Rosa

-¿Lo escuchas? El ruido de las mentiras que escribe el Profesor O sobre nosotros se mezcla con mi sudor y apesta.
-Sí. Estás sudando a cántaros y te ves pálido -le contesta Alice a Alfred.
-Vamos a joderlo. Como él nunca te ha visto. Podrías seducirlo, irte para su casa, y cuando esté dormido, me abres la puerta y le hacemos un número.
Ella se goza un largo suspiro. Sonríe al mirar las oscuras ojeras súbitas de Alfred, y le dice:
-Ya sé. Cuando esté dormido, le inyecto un sedativo, y lo cargamos hasta un bosque y lo hacemos tragar un concentrado fuerte de MDMA y alucinógenos. Despertará y nos verá como si fuera un sueño, y en la locura de su intoxicación, desorientado, buscará una verdad sencilla, una precaria estabilidad en su mundo alucinado, algo sucinto, un lugar común, una frase. Por ejemplo: “estás solo”. Nos hará preguntas, tratará de huir o de abrazarnos, pero nosotros, fríos y malos, sólo repetiremos esa frase: “estás solo, Profesor O, estás abismalmente solo”. Luego le volvemos a inyectar el sedativo y lo cargamos de vuelta a la cama, y cuando despierte esa frase se quedará con él, y pasará años descifrándola, pensará que hay un malvado encantador que lo ha atrapado en esta realidad de fantasmas, o que hay un encantador bueno tratando de guiarlo hacia alguna verdad compleja, y llegará la paranoia, y todos serán testigos de su caída, y nadie volverá a leer lo que escribe, y se matará para despertar de su sueño.
-¿Y si cuando despierta y te cuenta sus locuras sucede lo inesperado, y su paranoia transmuta en estética, y dimensiona impredecible, y terminas creyéndole todo, y lo amas, y dejas de ser tú, y te pierdo para siempre, mi encantadora encantada?
Ahora es Alice la que suda frío. Se desnuda, no para Alfred, sino porque la ropa está mojada y tiene calor.
-Bueno.

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9.9.13

Cuidado: puede haber un Pichersky suelto



Apretar desde abajo el tubo de pasta dental me da tiempo suficiente para revisar las comas; liberarme con un delete, una vez al año, de las contracturas que me provocan los mails sin leer; obsesionarme con minas que no me dan pelota y que en verdad no sé si me gustan; marcar con AP la primera página de mis libros y, en caso de prestarlos, programar una alarma que me lo recuerde seis meses después. (Ariel Pichersky)

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6.9.13

Witold Gombrowicz. Momentos singulares


Entre 1939 y 1963, el escritor polaco Witold Gombrowicz vivió en la Argentina. Al cumplirse medio siglo desde su partida de Buenos Aires, esta exposición recrea momentos singulares de su vida en el país: la llegada, los primeros años, la traducción de Ferdydurke, el trabajo en el Banco Polaco, los amigos y finalmente la despedida…
Del 10 de septiembre al 13 de octubre
Sala Juan L. Ortiz

 Para enterarse de más, les recomendamos seguir a Congreso Gombrowicz en Twitter: @congresowg
Al cumplirse medio siglo desde su partida de Buenos Aires, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, la Embajada de la República de Polonia y la Biblioteca Polaca Ignacio Domeyko realizan esta exposición para homenajearlo.
Inaugura el martes 10 de septiembre a las 19 hs. en la Sala Juan L. Ortiz.
Aunque no se trata de una muestra biográfica formal, la misma recrea momentos singulares de la vida del escritor en la Argentina. Junto a sus libros emblemáticos se exhibirán otras publicaciones que sorprenderán incluso a los conocedores del tema. Completan la exposición los dibujos ingeniosos de Mariano Betelú, fotografías realizadas por Miguel Grinberg y los afiches cedidos por el Teatro de Radom, que incluyen obras de los más destacados afichistas polacos, aportando color y diseño a la muestra.
El curador de la muestra Miguel Grinberg, quien conoció personalmente a Gombrowicz, nos cuenta en un artículo recientemente publicado:
“Hace cincuenta años, el grito de batalla de Gombrowicz, dirigido a sus amigos jóvenes de la Argentina, era ‘¡Atrévanse a existir!’.
La contracultura amanecía en las Américas en la década del 60, pero desde mucho tiempo antes las páginas de su famosa novela Ferdydurke exponían crudamente la lucha desigual de la juventud ante las ‘formas que deforman’.
Al Viejo (así lo llamaban sus jóvenes amigos) lo irritaba la ‘deformidad’ que predominaba en los núcleos literarios conservadores como el Grupo Sur de Victoria Ocampo y observaba que aquí, en la Argentina, la única rebelión surgía de la izquierda, que proclamaba un arte social con todos sus consabidos esquemas. Parecía que no había un término medio entre dos catástrofes: o ser inteligente, fino y estéril o dedicarse a los simplisismos del realismo marxista.
Justo cuando Gombrowicz se fue de la Argentina comenzaba a consolidarse en nuestro país una nueva generación de escritores, poetas y elencos teatrales de vanguardia que hubieran sido su público natural. En esos tiempos estallaba el ‘boom’ de la nueva novela latinoamericana que Witoldo no alcanzó a conocer ni a apreciar”.
La exposición podrá visitarse hasta el 13 de octubre de lunes a viernes de 10 a 20:30 hs. y sábados y domingos de 13 a 18:30 hs.