17.9.13

Franco Torchia tiene un vecino que es una vecina



Tengo un vecino que es una vecina
Franco Torchia

Tengo un vecino, que es una vecina, que pide a gritos que “la saquen”. Cada sábado, cada domingo también, le exige a su “novio”, con quien no convive, ser sacada. “¿Por qué nunca me sacás?”, demanda furiosa. “Sacame, no sé a dónde, pero sacame un poco, ¿querés?”, y llora mi vecina. Llora mucho y su llanto no es sensible. Es árido. Me da miedo. Me separan de ella dos matorralcitos de plantas y un pulmón de edificio intoxicado. Pero nos hermanan la zozobra de los fines de semana y un pasado que me gustaría mucho que fuera común. Sin problemas, podría acompañar a mi vecina en sus esperas, entre los pilotes de papeles que la circundan (además, ella es igual a mi profesora de matemáticas de primer año, y al igual que aquella, su look general descansa feliz en 1981); podría asentir en cada una de sus quejas; no moverme mucho; no hacer referencia alguna a la mugre en la que ama vivir. Mi vecina yace tiesa al lado de su ventilador de mesa: yo cedería a mis germinales ambiciones de refrigeración y permitiría que el ventarrón fuese directo a mi vecina, que de calores sabe; eneros a la tarde en su cuarto compartiría, feliz; detenido en sus ingrávidos 45, feliz; atrapado en sus rencores insólitos; sus odios necesarios; los complots; las expensas y el asedio perpetuo al administrador del consorcio; yo feliz. Las películas dobladas al español entre llamado frustrante y llamado frustrante a él. Seguro que él en verdad no existe, pero yo, obediente, sostendría la leyenda. Entre mi vecina y yo, hay una decisión que me distancia y me aflige: ella no hizo nada por evitar la oscuridad y me tumba la economía cero de su deseo. Como la felicidad no existe, añoro la ley de su menor esfuerzo, porque eso que ella cree que yo soy no es lo mismo que esto que yo sé que ella es. 

Publicado en Casquivana 6: www.casquivana.com.ar

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