30.9.13
27.9.13
María Schwartzer y la puerta del placard que siempre queda abierta
¡Quién dejo
abierta la puerta del placard! ¡Que se cierre! Ni a medio cerrar, ni hendija,
ni toda para un lado ni toda para el otro. Entra el diablo, me decía mi abuela
cuando me daba el beso de las buenas noches y revisaba que el gato no estuviera
en la habitación. Desde aquellos pequeños años me es imposible caer molida
sobre la cama para perderme en los sueños apurados que apenas te dejan sacarte
las zapatillas. Hay que cerrar primero la puerta del placar y recién después de
cerrar hasta hacer presión sobre los marcos, sacarme o no, la camisa, el
pantalón, las medias, y dormir. (María
Schwartzer)
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20.9.13
Casquivana en FILBA, Express mediante
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No Retornable
17.9.13
Franco Torchia tiene un vecino que es una vecina
Tengo un vecino que es una vecina
Franco Torchia
Tengo un vecino, que es una vecina, que pide a gritos que “la saquen”.
Cada sábado, cada domingo también, le exige a su “novio”, con quien no convive,
ser sacada. “¿Por qué nunca me
sacás?”, demanda furiosa. “Sacame, no sé a dónde, pero sacame un poco,
¿querés?”, y llora mi vecina. Llora mucho y su llanto no es sensible. Es árido.
Me da miedo. Me separan de ella dos matorralcitos de plantas y un pulmón de
edificio intoxicado. Pero nos hermanan la zozobra de los fines de semana y un
pasado que me gustaría mucho que fuera común. Sin problemas, podría acompañar a
mi vecina en sus esperas, entre los pilotes de papeles que la circundan (además,
ella es igual a mi profesora de matemáticas de primer año, y al igual que
aquella, su look general descansa feliz en 1981); podría asentir en cada una de
sus quejas; no moverme mucho; no hacer referencia alguna a la mugre en la que ama
vivir. Mi vecina yace tiesa al lado de su ventilador de mesa: yo cedería a mis
germinales ambiciones de refrigeración y permitiría que el ventarrón fuese
directo a mi vecina, que de calores sabe; eneros a la tarde en su cuarto
compartiría, feliz; detenido en sus ingrávidos 45, feliz; atrapado en sus
rencores insólitos; sus odios necesarios; los complots; las expensas y el
asedio perpetuo al administrador del consorcio; yo feliz. Las películas
dobladas al español entre llamado frustrante y llamado frustrante a él. Seguro
que él en verdad no existe, pero yo, obediente, sostendría la leyenda. Entre mi
vecina y yo, hay una decisión que me distancia y me aflige: ella no hizo nada
por evitar la oscuridad y me tumba la economía cero de su deseo. Como la
felicidad no existe, añoro la ley de su menor esfuerzo, porque eso que ella
cree que yo soy no es lo mismo que esto que yo sé que ella es.
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13.9.13
Las obsesiones de Leticia Paolantonio
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12.9.13
10.9.13
Luis Othoniel Rosa perdió un amor, pero...
Perdí un amor pero
Luis Othoniel Rosa
-¿Lo escuchas? El ruido de las mentiras que
escribe el Profesor O sobre nosotros se mezcla con mi sudor y apesta.
-Sí. Estás sudando a cántaros y te ves pálido -le
contesta Alice a Alfred.
-Vamos a joderlo. Como él nunca te ha visto. Podrías
seducirlo, irte para su casa, y cuando esté dormido, me abres la puerta y le
hacemos un número.
Ella se goza un largo suspiro. Sonríe al mirar las
oscuras ojeras súbitas de Alfred, y le dice:
-Ya sé. Cuando esté dormido, le inyecto un sedativo, y lo
cargamos hasta un bosque y lo hacemos
tragar un concentrado fuerte de MDMA
y alucinógenos. Despertará y nos verá como si fuera un sueño, y en la locura de
su intoxicación, desorientado, buscará una verdad sencilla, una precaria estabilidad
en su mundo alucinado, algo sucinto, un lugar común, una frase. Por ejemplo:
“estás solo”. Nos hará preguntas, tratará de huir o de abrazarnos, pero
nosotros, fríos y malos, sólo repetiremos esa frase: “estás solo, Profesor O,
estás abismalmente solo”. Luego le volvemos a inyectar el sedativo y lo
cargamos de vuelta a la cama, y cuando despierte esa frase se quedará con él, y
pasará años descifrándola, pensará que hay un malvado encantador que lo ha atrapado en esta realidad
de fantasmas, o que hay un encantador bueno tratando de guiarlo hacia alguna
verdad compleja, y llegará la paranoia, y todos serán testigos de su caída, y
nadie volverá a leer lo que escribe, y se matará para despertar de su sueño.
-¿Y si cuando despierta y te cuenta sus locuras sucede
lo inesperado, y su paranoia transmuta en estética, y dimensiona impredecible, y
terminas creyéndole todo, y lo amas, y dejas de ser tú, y te pierdo para
siempre, mi encantadora encantada?
Ahora es Alice la que suda frío. Se desnuda, no para Alfred, sino
porque la ropa está mojada y tiene calor.
-Bueno.
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9.9.13
Cuidado: puede haber un Pichersky suelto
Apretar desde
abajo el tubo de pasta dental me da tiempo suficiente para revisar las comas;
liberarme con un delete, una vez al
año, de las contracturas que me provocan los mails sin leer; obsesionarme con
minas que no me dan pelota y que en verdad no sé si me gustan; marcar con AP la primera página de mis libros y, en
caso de prestarlos, programar una alarma que me lo recuerde seis meses después.
(Ariel Pichersky)
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6.9.13
Witold Gombrowicz. Momentos singulares
Entre 1939 y 1963, el escritor polaco Witold
Gombrowicz vivió en la Argentina. Al cumplirse medio siglo desde su partida de
Buenos Aires, esta exposición recrea momentos singulares de su vida en el país:
la llegada, los primeros años, la traducción de Ferdydurke, el trabajo en el
Banco Polaco, los amigos y finalmente la despedida…
Del 10 de septiembre al 13 de octubre
Sala Juan L. Ortiz
Para enterarse de más, les recomendamos seguir a Congreso Gombrowicz en Twitter: @congresowg
Al cumplirse medio siglo desde su partida de
Buenos Aires, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, la Embajada de la
República de Polonia y la Biblioteca Polaca Ignacio Domeyko realizan esta
exposición para homenajearlo.
Inaugura el martes 10 de septiembre a las 19 hs.
en la Sala Juan L. Ortiz.
Aunque no se trata de una muestra biográfica
formal, la misma recrea momentos singulares de la vida del escritor en la
Argentina. Junto a sus libros emblemáticos se exhibirán otras publicaciones que
sorprenderán incluso a los conocedores del tema. Completan la exposición los dibujos
ingeniosos de Mariano Betelú, fotografías realizadas por Miguel Grinberg y los
afiches cedidos por el Teatro de Radom, que incluyen obras de los más
destacados afichistas polacos, aportando color y diseño a la muestra.
El curador de la muestra Miguel Grinberg, quien
conoció personalmente a Gombrowicz, nos cuenta en un artículo recientemente
publicado:
“Hace cincuenta años, el grito de batalla de Gombrowicz, dirigido a sus amigos jóvenes de la Argentina, era ‘¡Atrévanse a existir!’.
“Hace cincuenta años, el grito de batalla de Gombrowicz, dirigido a sus amigos jóvenes de la Argentina, era ‘¡Atrévanse a existir!’.
La contracultura amanecía en las Américas en la
década del 60, pero desde mucho tiempo antes las páginas de su famosa novela
Ferdydurke exponían crudamente la lucha desigual de la juventud ante las
‘formas que deforman’.
Al Viejo (así lo llamaban sus jóvenes amigos) lo irritaba la ‘deformidad’ que predominaba en los núcleos literarios conservadores como el Grupo Sur de Victoria Ocampo y observaba que aquí, en la Argentina, la única rebelión surgía de la izquierda, que proclamaba un arte social con todos sus consabidos esquemas. Parecía que no había un término medio entre dos catástrofes: o ser inteligente, fino y estéril o dedicarse a los simplisismos del realismo marxista.
Justo cuando Gombrowicz se fue de la Argentina comenzaba a consolidarse en nuestro país una nueva generación de escritores, poetas y elencos teatrales de vanguardia que hubieran sido su público natural. En esos tiempos estallaba el ‘boom’ de la nueva novela latinoamericana que Witoldo no alcanzó a conocer ni a apreciar”.
Al Viejo (así lo llamaban sus jóvenes amigos) lo irritaba la ‘deformidad’ que predominaba en los núcleos literarios conservadores como el Grupo Sur de Victoria Ocampo y observaba que aquí, en la Argentina, la única rebelión surgía de la izquierda, que proclamaba un arte social con todos sus consabidos esquemas. Parecía que no había un término medio entre dos catástrofes: o ser inteligente, fino y estéril o dedicarse a los simplisismos del realismo marxista.
Justo cuando Gombrowicz se fue de la Argentina comenzaba a consolidarse en nuestro país una nueva generación de escritores, poetas y elencos teatrales de vanguardia que hubieran sido su público natural. En esos tiempos estallaba el ‘boom’ de la nueva novela latinoamericana que Witoldo no alcanzó a conocer ni a apreciar”.
La exposición podrá visitarse hasta el 13 de
octubre de lunes a viernes de 10 a 20:30 hs. y sábados y domingos de 13 a 18:30
hs.
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