Peor me pasó a mí
Marina Arias
Estoy en un
café con D, un amigo que hace casi veinte años perdí por una confusión amorosa
y que hace unos días recuperé gracias a Facebook.
En media
hora y por cuatro comentarios, compruebo que D sigue siendo una de las personas
que más me conoce. Es que nuestras vidas se cruzaron en esa etapa en la que se
anda sin filtro. Siempre supo de mi torpeza para la tecnología y como quiero
mostrarle (y mostrarme) que nada cambió, y que dentro de la mujer a la que la
moza acaba de tratar de usted está la misma chica de la que alguna vez él se
creyó enamorado, le cuento lo que me pasó en las últimas vacaciones de invierno
con M, mi mejor amiga de siempre:
“M
consiguió entradas para que lleváramos a los chicos a ver una de esas cosas de
la tele”, le explico, y él asiente con una sonrisa porque sabe que en materia
de pasarla bien M y yo tenemos gustos irreconciliables. “Cuando llegamos era un
caos y faltaba como una hora. De golpe me vi comprando cuatro varitas de luces
para que los chicos dejaran de pelearse. Y se me ocurrió escribirle un SMS a mi
marido que decía: ‘esto es una pesadilla y ya me gasté cien pesos’. El tema es
que en lugar de mandárselo a él, se lo mandé a M”.
“Peor me
pasó a mí”, dice D poniéndose serio. “El otro día le quise mandar un mensaje a
una amiga preguntando ‘¿querés comer?’. Al rato miré la pantalla y me di cuenta
que el corrector automático me lo había cambiado por
‘¿querés coger?’. Entonces me apuré a escribirle otro aclarando la cuestión y ella
me mandó un ‘jajaja’. Pero después caí en que no me había preguntado al toque qué
significaba ese mensaje. O sea: siempre me va a quedar la duda de si estaba
evaluando mi propuesta”.
Cuando
terminamos de reírnos, D le pide a la moza con un gesto dos cortados más mientras
yo pienso en cómo hacer para que nos quedemosen este café para siempre.
Publicado en Casquivana 6: www.casquivana.com.ar
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