29.8.13

Dónde estaría Gilda Manso hoy si



Dónde estaría hoy si
Gilda Manso

Cuando me propusieron escribir esta columna lo primero que me vino a la mente fue un viaje a San Luis que hice hace unos meses. Mejor dicho: me vino a la mente el regreso a Buenos Aires: llegué al aeropuerto y me acerqué al mostrador a buscar mi pasaje. El hombre que atendía me pidió mi DNI; luego llamó a otro hombre y hablaron por lo bajo unos instantes. Chequearon unos datos en la computadora. Hablaron unos instantes más. Finalmente, el hombre me devolvió mi DNI junto con un pasaje en primera clase: el último pasaje que quedaba. A continuación, convocó a los pasajeros que estaban en la fila detrás de mí y les informó que el vuelo estaba sobrevendido. Que no quedaban pasajes. Que no habría más vuelos desde San Luis a Buenos Aires por el resto del día. Que les convenía esperar un par de horas, tomar una combi a Mendoza, y ahí esperar el próximo vuelo a Buenos Aires.
Tres horas después de eso, cuando yo ya estaba en mi casa, bañada y en pijama, me pregunté: ¿Dónde estaría ahora si hubiera llegado al aeropuerto un minuto más tarde? Y me sentí, por un momento, la persona con mejor fortuna del mundo.
Al margen de esa anécdota, a veces me parece que toda la vida es uno de esos libros de la serie Elige tu propia aventura: “Si querés adentrarte en el laberinto, andá a la página 34. Si querés quedarte para siempre donde estás, andá a la última página”. Que arriesgás aunque no sepas qué viene, porque si no arriesgás termina todo. ¿Dónde estaría hoy si no hubiese elegido adentrarme en el laberinto? En el final de algo.
Pero salgamos de lo alegórico, que lo que abunda a veces sí daña: ¿Dónde estaría hoy si no me dedicara a escribir? Quiero creer que me las hubiera arreglado para tener una casa en la costa, y que trabajaría de mirar perros en la playa mientras tomo mate sentada en una esterilla.

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28.8.13

Los dientes limpios de Sol Oliver



De chica tuve una fijación por lavarme los dientes. Y pasé por épocas fuertes. No importaba adonde fuera, tampoco si me quedaba en casa. Daba lo mismo si estaba por irme a dormir, si recién había terminado de comer o si tenía que ir a la panadería por pedido de mi madre. A pesar de los reclamos, siempre lograba escabullirme, meterme en el baño y embestir mi boca con el cepillo. Arrastré este temita por muchos años. Recién ahora, al borde de los 35, lo estoy manejando. Creo… (Sol Oliver)

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Marcelo Luján tiene un vecino que es nuevo



Tengo un vecino que es nuevo
Marcelo Luján

Vivimos en un barrio de los denominados peligrosos. Un barrio de esos en donde la gente no sale de noche porque tiene miedo a que le pasen cosas. Después de cenar, no hay un alma por la calle: ni almas ni coches, ni siquiera ruidos. Ni siquiera ruidos de cosas malas. A veces se oye la sirena de un patrullero y entonces sabemos que alguna de esas cosas malas acaba de pasar. Pero a nosotros no nos importa. Después de cenar, el mundo termina en la puerta de nuestro departamento. Y es ahí donde quiero llegar: a la puerta de nuestro departamento. Más concretamente a la mirilla que tiene la puerta.
Vivimos en el quinto. Los nuevos en el A, nosotros en el B. Tres metros de pasillo separan esta puerta de aquella. Y todas las noches, aunque no haya un alma en la calle, los nuevos empiezan a recibir gente. Suben por el ascensor pero también por las escaleras. Tocan el timbre, esperan unos segundos, la puerta se abre un poco. Y entran. Todos estos extraños personajes entran en el departamento de los nuevos. Entran sin decir palabra. A los diez o quince minutos, salen. Siempre en silencio. Esto sucede después de cenar. Todos los días. Por supuesto veo cada movimiento pegado a la mirilla. Quieto, casi sin respirar. Ayer vi tocar el timbre a una mujer joven con un chico de unos seis o siete años. Ver algo así me alarmó todavía más porque hasta ese momento sólo había visto gente adulta. Por cierto, el chico también entró en silencio.
No sé si vale este dato pero los nuevos hicieron la mudanza de noche, cuando en el barrio no hay ni un alma. Todo muy raro. Mi mujer dice que tengamos cuidado, que podrían ser una secta brasileña. Qué sé yo. Ah: no venden droga, no. De eso estamos completamente seguros porque droga vendemos nosotros. Aunque nunca después de cenar. Vivimos en un barrio muy peligroso. De noche, si te asomás por la ventana, no ves un alma.

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27.8.13

Isaías Chávez y su tema con las líneas del suelo



Tengo una obsesión que me impide pisar las líneas del suelo, lo evito a cualquier precio, cualquier cosa que salga mal, quedar en ridículo es mucho mejor para mí que pisar las líneas del suelo.
Las esquivo todas, las horizontales, las verticales, las diagonales, las de diferentes colores e incluso las que a simple vista no se ven pero yo sé que están ahí. Siento que si llego a tener contacto con aquellas líneas todo el día se vendrá abajo. Para no tener un mal día, no piso ni toco las líneas del suelo. (Isaías Chávez)

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26.8.13

El caso de dos, de Jean Michel Vappereau




Topología en Extensión anuncia la conferencia de
Jean Michel Vappereau

El caso de dos
El tiempo lógico y la asersión de certidumbre anticipada,
su matemática en el caso reducido a dos prisioneros

El sábado31 de agosto del 2013, de 10:30 a 13:30, en
El Camarín de las Musas
Mario Bravo 960
Entrada libre y gratuita