8.8.12

"Confesionario, Historia de mi vida privada", de Cecilia Szperling


Confesionario, Historia de mi vida privada
Cecilia Szperling

Aunque parezca raro, soy una persona zen y anti-ego. Padezco vergüenza propia y ajena. Odio a los chismosos y me retuerzo por dentro frente a la gente que es mala y comenta.
La Confesión es definitivamente otra cosa, ni Demasiado Ego –la Confesión requiere mucha generosidad– ni contar sobre los demás –la Confesión exige hablar de uno y, al poner tan al frente la primera persona queda claro que todo lo que se diga está sesgado por nuestra subjetividad–. O sea, se cuenta cómo vivimos los hechos, no necesariamente cómo fueron.
Cuando arranqué el ciclo “Confesionario, Historia de mi vida privada”, en 1998, muchos escritores no quisieron venir con el gastado argumento “Si mi vida fuese interesante no sería escritor”, y en términos intelectuales era bastante mal vista la propuesta. También el otro ciclo que empecé al mismo tiempo, lecturas más música, era caratulado de populista y anti-intelectual.
En fin, 10 años más tarde –con el ciclo en el CCRRojas, dos libros por Eudeba, dos temporadas en Canal Ciudad Abierta y una año de Confesionario Radio en RadioUba–, veo cómo la tendencia literaria fue en esa dirección y los mismos que me denostaban hoy se copan. Para mi suerte, una de las tantas ideas que uno tiene y quedan en la nada fue creciendo y desarrollándose.
Si me preguntan si la Confesión es un bien de consumo, digo que no tengo la menor idea. En Roma hay más confesionarios que días tiene el año, y en Buenos Aires lo mismo en analistas (según Freud tarde o temprano todos queremos contar nuestro Secreto; a más perturbador más fuerte el deseo).
Proust se encerró a escribir y contar lo que le había pasado, cómo había vivido la cotidianidad de sus días. En general creo que todos queremos contar nuestros dolores, mostrar nuestras heridas, nuestras estrategias de supervivencia, nuestras fantasías cuando pesan más que la realidad.

En http://casquivana.com.ar/ (página 18) 

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