16.12.11

No es fácil ser un hijo. Entrevista con Manuel Soriano (primera parte)

No es fácil ser un hijo. Entrevista con Manuel Soriano (primera parte)
Luca Scognamiglio

No es fácil ser un hijo. Hay que cumplir con expectativas, esperanzas, hay que enfrentarse a un mundo que trata de buscar no sólo en tu aspecto físico, sino también en tu personalidad, los rasgos que fueron de los padres. Esta comparación genética y espiritual se vuelve aún más opresiva cuando tu viejo es una figura tan grande, tan reconocida y tan coincidente con una cultura y una realidad específica. De Osvaldo Soriano diríamos que fue “el argentino” por antonomasia, así que no nos cuesta comprender a su hijo, que después del fallecimiento del padre se fue a Francia, país natal de su madre, tratando de transformarse en un perfecto francés, y cumpliendo con su objetivo. Aunque haya vivido los primeros ocho anos de su vida acá, Manuel Soriano, un tipo alto, rubio, que habla un castellano chapurreado, dice que no se siente argentino, que no ha leído sino pocas de las obras de su padre e incluso que no entiende dónde se encuentra la grandeza del Gordo.
Nos deja un poco asombrados todo eso. No debe ser fácil ser un hijo.

Manuel, ¿es la primera vez que hablas públicamente de tu padre o ya lo habías hecho?
No, no es la primera vez que hablo públicamente sobre ese tema. Ya lo hice por casualidad o, digamos, fue el destino que ya me llevó a hablar de mi padre. Por ejemplo, cuando recordábamos el año diez de su muerte vinimos a la Argentina para hacer una conmemoración y mover su cuerpo (en el Cementerio de la Chacarita) de lo que era su antiguo sitio, al lugar donde se encuentra hoy, que es una especie de mausoleo. Hubo una ceremonia, inmortalizada por las cámaras de televisión, y algunos periodistas me hicieron una entrevista. No es que yo quería, porque a mí hablar de mi padre me resulta, y me resultaba sobre todo en aquella época en la que yo era más joven, difícil; pero traté de esconder mis sentimientos y les conté algunas cositas.
Se te escucha el acento francés. ¿Tú te sientes francés o argentino? Te lo pregunto porque sé que naciste acá y después viviste muchos años entre Buenos Aires y Mar del Plata antes de irte a Francia.
No, yo ya no me siento más argentino. La cultura, me parece, se forma con la lengua y yo no puedo dominar el castellano. Yo me siento francés, casi únicamente francés; la parte argentina es, digamos, la parte exótica, que concurre a formar mi identidad pero que no se manifiesta de manera constante: es algo que me puede surgir de vez en cuando y que en Francia trato de esconder porque si digo que soy argentino la gente tampoco me cree (se ríe, ndr), porque no tengo “pinta” de argentino. Es una identidad un poco nublada, que todavía me queda desde el tiempo cuando vivía acá. Pero claro, es algo que estoy tratando de reconstruir, y por eso me encuentro hoy en Argentina.
Tu papá era una persona muy importante, y recién fallecido se volvió una figura aún más grande para la Argentina; tal vez se transformó en lo que los argentinos dicen un “mito” y, en síntesis, diríamos que representa la cultura popular que resiste a pesar de los múltiples fracasos que sufrió el país.
En este caso hay que cuestionar lo que es un “mito”, me parece. Yo no tengo una definición precisa, pero diría que es algo antiguo que se ha vuelto un símbolo, una imagen que no tiene más materialidad en sí misma. Mi padre se trasformó en una idea: salió de lo material que fue, de su vida, para constituirse como idea. Hay ejemplos de esto: cuando fuimos con mi madre a la Chacarita, en Buenos Aires, María Elena Tuma, de la Dirección General de Cementerios, nos contó varias cosas, y por ejemplo nos comentó que hay chicos bastante pobres que de vez en cuando pasan por la tumba, la miran un poco, aún sin saber quién fue realmente Osvaldo Soriano. En este sentido diría que sí, sobre todo para las clases medias y populares se transformó en un mito.
¿En Francia se conoce la obra de tu padre? Y ¿te reconocen como hijo de Soriano?
Èl vivió en Francia pero no resultó, no dejó nada, ni una huella. Al ser tan exótico y alejado, el argentino tiene una cultura y un modo de pensar totalmente diferentes a los de los franceses, aunque Francia tuvo una importancia en la construcción cultural de este país. Encima mi papá era un escritor muy argentino, que no podía dejar la herencia de Borges por ese hecho de identificarse a sí mismo con la argentinidad.
Naciste en 1990, tus padres recién se habían vuelto a vivir a Argentina. ¿Cómo te parecía el país, cuáles son tus recuerdos de niño?
Yo nací en Argentina, en Buenos Aires, y tengo nacionalidad argentina. Por eso mi recuerdo no es tan impactante, porque no tenía otra realidad con la que hacer comparación: quiero decir que para mí Argentina era algo normal. En cambio, fue en Francia en donde la realidad me resultó muy diferente: enseguida me integré a la cultura francesa, me puse a hablar francés al poco tiempo, así que tengo una impresión de Argentina a partir del momento en que fui a vivir a Francia.
Yo tenía un buen recuerdo de Argentina, me gustó mucho vivir acá y tuve una niñez muy feliz. Y eso pasó gracias a mis padres sobre todo: a mi papá, que me contaba muchas cosas, muchos cuentos, que se ocupaba bastante de mí, y a mi mamá, que se encargaba más de mi educación strictu sensu. Y en Argentina obviamente tuve una ninez muy feliz gracias al nombre de mi padre: claro, acá sí que yo era “el hijo de Osvaldo Soriano”. Me acuerdo que vivíamos en el barrio de La Boca: a él le gustaba mucho, se sentía en su ambiente natural, se sentía porteno y le encantaba vivir en la ciudad, en lugares con mucha gente, entre la gente. Allá vivíamos arriba de una oficina peronista y había un ambiente muy bueno en ese barrio: yo me iba a la panadería, me quedaba muchas horas allá, y cuando iba con mi padre lo paraban a él y yo sentía el reconocimiento que le daban y también sentía ese reconocimiento para mí. Sin embargo yo no lo veía mucho porque estaba muy ocupado con el trabajo periodístico: o estaba en el diario, o trabajaba de noche (se levantaba tarde e iba a la redacción), así que yo no lo veía mucho, podían transcurrir varios días sin que yo lo viera.
En esos años, Osvaldo Soriano estaba escribiendo “Una sombra ya pronto serás”. Hay una frase del libro en la que el protagonista, que se vuelve a la Argentina dejando su familia en Europa, dice: “Mi hija estaba en cuarto grado e imaginé que hablaría marcando las eses y las zetas de España. Para ella no significaban nada la Primera Junta, Belgrano ni las campañas del Alto Perú. No le pesaban Rosas ni Caseros. Me dije que estábamos rotos y lo estaríamos por mucho tiempo”. Tal vez esa “hija” eras tú…tal vez su miedo, de que su hijo no fuera argentino, se realizó, porque tú –según me dijiste– no te sientes argentino para nada.

Yo creo que lo que dice este personaje con respecto a su hija me viene muy bien: yo no conozco la historia argentina, casi nada sino de manera lateral, y sólo un poco conozco de lo que es Argentina en el presente. Esa frase me representa bastante bien, me parece, pero él no se podía imaginar...

En algún modo, ¿te parece que tu padre trataba de acercarte a los libros, a la literatura y a su literatura en particular?
No, me parece que no. Yo creo que tuvo la sabiduría, o digamos la buena idea o la buena estrategia, de pensar que yo era demasiado joven todavía para acercarme a la literatura, para hacer el esfuerzo de entrar en un libro, que es una cosa complicada, y aún hoy me cuesta eso, no es algo que se haga así. Y me parece que él me acercaba en la manera en que mejor le convenía, o sea contándome muchas historias: cuando yo iba a acostarme, por ejemplo, él venía y me contaba cosas muy locas, como cuentos con piratas, que quizás cuando él era niño le llamaban mucho la atención, o cuentos de fútbol, y siempre eran historias bastante extraordinarias. Quizás eso influyó mucho en mí, me hizo desarrollar el lado de la imaginación. Estos son los recuerdos más bellos que me quedan de él, junto con las peleas que teníamos, porque él quería llevarme a boxear y a jugar al fútbol también, pero eso no me gustaba.
Claro, no logró despertarte el interés hacia el fútbol. ¿Nunca te llevó a la cancha?
Yo era recalcitrante, el fútbol no me gustaba para nada. Me parece que nunca me llevó a la cancha; en cambio, me vestía con ropa de San Lorenzo o con la camiseta de Argentina, superando las resistencias de mi madre. Trató de influir en mí pero eso no funcionó.

9 comentarios:

  1. Qué tristeza! Es verdad que uno quiere que un hijo sea como quiere ser...pero también quiere ver en él algún tipo de identidad, algún tipo de reflejo, no creo que Manuel no no tenga, aunque en esta entrevista parece ser una persona totalmente diferente al padre... Qué se yo

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  2. Muy buena entrevista. Es curioso, Soriano padre tenía muy presente la cuestión de la identidad, en especial la argentina, y que su hijo haya preferido identificarse como francés. Eso pone en entredicho la frase hecha de que la infancia es la patria de uno.

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  3. Hijo eres la imagen de tu padre joven

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  4. Gracias Manuel, me firmastes el libro el día del homenaje, y tenías unos 18 años. Un fuerte abrazo a tu madre.

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  5. Si su padre leyera esta entrevista...

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  6. Estaría orgulloso de la honestidad de Manuel

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  7. Dicen que la infancia es la etapa que te marca para toda la vida, no es el caso de esta persona. Mi padre era español y así lo vivio

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  8. Argentina te esperará siempre

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  9. Me parece que Manuel repite la historia de decepcionar al padre. En este caso es claro y Osvaldo, más allá de su genialidad para disfrute de quienes somos sus lectores, no fue el ingeniero que su padre soñó.

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